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La Demostracion Cientifica De La Existencia De Dios

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Par   •  23 Mai 2013  •  7 232 Mots (29 Pages)  •  891 Vues

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UNA DEMOSTRACIÓN CIENTÍFICA DE LA EXISTENCIA DE DIOS

William S. Hatcher

Si deseas obtener saber y reconocimiento divinos. . . pon tu empeño en encontrar argumentos racionales y de peso. Pues los argumentos son una guía en el camino, y, mediante éste, el corazón se volverá hacia el Sol de la Verdad. Y cuando el corazón se vuelva hacia el Sol, entonces el ojo se abrirá y re¬conocerá al Sol mediante el Sol mismo. Entonces el hombre no tendrá necesidad de argumentos (ni demostraciones), puesto que el Sol es completamente independiente, y la inde-pendencia absoluta no necesita de nada, y las demostracio¬nes son una de las cosas de las cuales la independencia ab¬soluta no tiene necesidad. 1

E1 consejo de ‘Abdu’l-Bahá para quien busca a Dios pa¬rece decir dos cosas, al menos: en primer lugar, que los argumentos racionales son puntos de partida útiles y necesarios en el acercamiento a Dios, y, en segundo, que el co¬nocimiento más profundo y adecuado de Dios va mucho más allá de tales argumentos y es esencialmente transracional.

Resulta interesante observar que ‘Abdu’l-Bahá pone el énfasis en que la consecuencia del estudio de argumentos ra¬cionales será que el corazón se volverá hacia Dios. Esto sugiere que la producción de pruebas lógicas de la existencia de Dios no es un fin en sí misma, sino más bien un medio de abrirse uno mismo a una experiencia más profunda de la presencia divina. Sin embargo, todo filósofo importante y toda tradición religiosa ha presentado demostraciones de la existencia de Dios, y el mismo ‘Abdu’l-Bahá ofrece un consi¬derable número de ellas en Sus propios Escritos. La mayoría de las pruebas aportadas por ‘Abdu’l-Bahá son variantes de razonamientos filosóficos clásicos, empezando por el conocido razonamiento de Aristóteles sobre la existencia de una causa primordial.

Sin embargo, en la tabla que escribió en 1921 al científico suizo Auguste Forel, ‘Abdu’l-Bahá presenta una prueba de la existencia de Dios decididamente moderna, basada en de¬terminados hechos y principios relacionados con el fenómeno de la evolución biológica.2 Afirma que la causa de la composición (y descomposición) de los seres vivos tiene que ser una fuerza no observable, objetivamente existente y voluntaria (y, por lo tanto, una fuerza consciente exterior al propio pro¬ceso de la evolución). Puesto que esta fuerza ha dado lugar a la humanidad, tiene que ser mayor que los seres humanos y, por lo tanto, tiene que ser un Ser dotado de facultades so-brehumanas.3

Podemos suponer que este razonamiento en concreto es original de ‘Abdu’l-Bahá. Desde luego, no se puede haber dado con esta forma mucho antes de principios del siglo XX, porque la teoría científica de la evolución, en que se basa, fue elaborada en el siglo XIX. Además, la mayoría de los científi¬cos que aceptaban la teoría de la evolución eran materialis¬tas filosóficos, y sostenían que la evolución convertía a Dios en algo sin ninguna importancia, en lugar de demostrar la existencia de Dios. Aunque en la más reciente literatura sobre filosofía de la ciencia han aparecido razonamientos si¬milares al de ‘Abdu’l-Bahá,4 aún me queda por descubrir uno que sea anterior, o al menos contemporáneo, al de la tabla de ‘Abdu’l-Bahá a Auguste Forel.5

El argumento basado en la evolución no es la única demos¬tración de la existencia de Dios que aparece en la tabla a Au¬guste Forel. Éste, sin embargo, es único por la manera como emplea complejas ideas científicas, y es probable que una per¬sona que no esté familiarizada con ciertos principios funda¬mentales de la termodinámica subestime su contundencia y su fuerza.6 Por lo tanto, más que adoptar un enfoque histórico-¬crítico hacia la prueba de ‘Abdu’l-Bahá, en este artículo nos proponemos presentar una formulación totalmente moderna de su razonamiento, empleando términos científicos que no necesariamente eran de uso corriente en el momento en que ‘Abdu’l-Bahá escribió. Al adoptar este enfoque, esperamos transmitir una parte de toda la fuerza del razonamiento de ‘Abdu’l-Bahá. Por lo tanto, el resto de este artículo va a consistir en una reformulación, ampliada y cuidadosa, de la prueba de ‘Abdu’l-Bahá en lenguaje científico contemporáneo.

La naturaleza de la demostración científica

Dado que nuestra demostración pretende ser científica, es necesario que comencemos analizando brevemente la naturaleza de la ciencia y la de la demostración en la ciencia. Este análisis es extremadamente importante, porque existen muchas ideas falsas sobre la naturaleza de la demostración científica que han logrado amplia aceptación.

La ciencia se compone de dos aspectos fundamentales. Un aspecto es su dimensión concreta u observable: vamos acu¬mulando observaciones de algún fenómeno y registramos estas observaciones en forma de afirmaciones hechas a partir de la observación. Este registro constituye nuestro conjunto de ver¬dades observadas o hechos acerca de ese fenómeno dado.

El segundo aspecto de la ciencia es su dimensión abstrac¬ta o teórica. Habiendo acumulado cierto número de afirma¬ciones hechas a partir de la observación de determinado fe¬nómeno, buscamos una explicación a estas observaciones. Queremos entender cómo se relacionan entre sí los diversos hechos relativos al fenómeno. Con otras palabras, queremos comprender cómo y por qué ocurre el fenómeno y cómo fun-ciona. Esta búsqueda nos lleva a formular una hipótesis (o, si quieren, una teoría) que representa nuestra concepción men¬tal de la dinámica subyacente en el fenómeno. Tal teoría se expresa por lo general en un lenguaje que emplea términos abstractos, es decir, términos que se refieren a entidades o fuerzas no observables (por ejemplo, entidades como los elec¬trones o fuerzas como la fuerza nuclear fuerte). Por el con-trario, las afirmaciones hechas a partir de la observación emplean términos concretos, o sea, términos que se refieren a entidades o configuraciones observables.

La manera en que comprobamos la verdad de las afirma¬ciones hechas a partir de la observación es haciendo nuevas y más rigurosas observaciones y mediciones. No obstante, debido a las naturales limitaciones inherentes al aparato sensorial y el sistema nervioso humanos, nunca podemos eliminar por completo los errores de nuestras observaciones de un fenómeno dado, por muy cuidadosos y rigurosos que podamos ser. Esto es especialmente cierto en el caso de fe¬nómenos que son extremadamente pequeños (puede que microscópicos) o extremadamente alejados (por ejemplo, estre¬llas muy distantes), pero en general es cierto referido incluso a fenómenos cotidianos,

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